Hablemos del
directo, de publicar cada momento al instante. Que si estás en un restaurante
con tu pareja celebrando sus 25 años comiendo un enorme solomillo, antes de
darle el primer bocado, se publica. Después de darle el primer bocado, también
se publica lo rico que estaba. Ahora un vídeo, quieres que todo el mundo vea
cómo sopla las velas. Y que observen el gran momento en el que pide el deseo.
Luego una foto. De lo guapos que estáis para la ocasión. De la corbata nueva
que te has comprado. O del vestido que tanto te gusta. Y otra foto. Y otra. Y otra. No existe comunicación. Estáis más pendientes de vuestros respectivos móviles que de la persona que está enfrente de vosotros. Antes de terminar la velada,
todo Facebook y Snapchat sabe cómo ha sido y tú ni te has dado cuenta de que ya ha acabado.
Este es el
poder de las tecnologías y las redes sociales, nos absorben de tal manera que
olvidamos disfrutar. Hacemos público hasta lo más íntimo. Ya no compartimos los
momentos especiales con esas personas especiales, los compartimos con todo el
mundo. Hasta con esa persona con la que te llevas tan mal. Hasta con el padre
de la amiga de una vecina de tu antiguo barrio. Se han convertido en momentos vacíos. Las nuevas tecnologías se han
adueñado más de nuestra vida que nosotros mismos. Ha llegado un momento en el
que, en muchas ocasiones, nos controlan sin darnos cuenta.
Ojalá llegue
el día en el que frenemos esa mala costumbre de querer compartir al instante
cada momento vivido. Que diferenciemos la vida real de la virtual. Que está
bien hacer fotos o vídeos y compartirlas con tus seres queridos, pero está
mejor saber disfrutar del momento, y guardar los recuerdos un poco más en el
corazón.
Mª Dolores Castro Jurado
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