Al hablar del concepto “smart city”, traducido en español como ciudad inteligente, tenemos que destacar el paso de un ciudadano-consumidor,
que se limitaba a usar la tecnología y a emitir datos, a un ciudadano
inteligente que hace uso de todas las herramientas que se encuentran a su
alcance, además de utilizar la tecnología para apropiarse de los espacios y servicios
públicos de la ciudad, y mejorar así su vida cotidiana.
La cuestión aquí es: ¿cuál será el impacto que las nuevas tecnologías
tendrán en el día a día de las personas que viven en las ciudades?
La tecnología hará que un núcleo urbano normal se convierta en una ciudad
inteligente. Esto hará que el ciudadano consuma de un modo distinto y tenga
nuevas necesidades. Hará además, que el ciudadano esté siempre inmerso en la red, ya que tendrán
siempre la opción de conectarse mediante WiFi. Las ciudades serán más
prósperas, eficientes, y sus habitantes tendrán más oportunidades para
centrarse en las cosas que le interesan. Este nuevo ciudadano-consumidor estará
más informado y reclamará muchos nuevos servicios.
Sensores invisibles camuflados en cualquier punto de la ciudad, como papeleras o farolas, facilitarán la información que permitirá gestionar de forma más eficaz los servicios que ofrece una ciudad: modificarán la forma en la que cogemos el autobús, el modo en el que se
pagan los impuestos, se introducirán contadores inteligentes, habrá una mejora
en la gestión del tráfico, incluso una optimización del reciclaje, En resumen, las ciudades inteligentes se aprovecharán de la tecnología para
cambiar la vida cotidiana de los ciudadanos.
Las
tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han revolucionado la vida
de las personas, pero las ciudades inteligentes tienen todavía mucho camino que
recorrer. Una buena idea puede hacer más
cómoda la vida de los ciudadanos, pero la tecnología en este caso no lo es
todo: se necesita para ello una buena gobernanza.
Mª Dolores Castro Jurado
Mª Dolores Castro Jurado
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