Alan Turing llevó a cabo un experimento, conocido como la Prueba de Turing, que consistió en sentar a una persona delante de un ordenador para que se comunicase con otras dos personas desconocidas. Esta persona escribiría preguntas y recibiría respuestas. Entonces debería adivinar cuál de las respuestas pertenecía a una máquina y cuál al humano.
Esto permite dar el salto de pensar que los robots tienen conciencia, a afirmar que la tienen. Otra cuestión es si realmente tienen sentimientos, o al menos pueden reconocerlos. El caso más destacado es Pepper, el robot humanoide de la empresa Aldebaran Robotics. El robot lleva una cámara incorporada y, a través de ella, intenta percibir nuestras emociones y reaccionar conforme a ellas.
Incluso puede procesar algunos gestos faciales e imitarlos, como por ejemplo, esbozar una sonrisa.
Sin duda todavía queda mucho por explotar en este ámbito, aunque los avances son notables, siguen contando con un sistema básico. Es por ello que no deja impasible a nadie las futuras noticias respecto a este apasionante mundo.
La robótica cada vez se acerca más al realismo humano. Nos entiende en cierta medida y por eso puede comportarse de forma similar. Si bien no son sentimientos reales los que experimenta, pues está automatizado, llegará un momento en el que no haya que ordenarle que se emocione o llore, sino que él mismo entenderá que es así como se responde.
Os dejamos este vídeo a continuación para que comprobéis vosotros mismos lo realista que resulta Pepper:
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